Poltergeist y premoniciones en la Galicia de Terror Mortis

Una mirada antropológica a las sombras, ruidos y presencias que han acompañado la vida doméstica gallega durante siglos y que en Terror Mortis anuncian el destino trágico de Eusebio Vilar

X. M. FERRO FORMOSO

9/14/20252 min read

Galicia es un territorio donde lo visible y lo invisible conviven de manera natural en la vida cotidiana. Desde la antropología, estos relatos de sombras que acechan, golpes en la puerta sin explicación y presencias que se hacen notar en el interior de las casas pueden interpretarse como una expresión de la relación entre la comunidad y su espacio doméstico. La casa, en la cultura tradicional gallega, no es solo un lugar físico. Es un organismo vivo, depositario de la memoria familiar y del paso de las generaciones. En sus muros se inscriben no solo los hitos de la vida —nacimientos, bodas, muertes—, sino también los miedos colectivos.

Cuando alguien cuenta que ha visto una sombra cruzar el pasillo o que ha escuchado pasos en el piso de arriba, aunque sepa que está solo, está transmitiendo algo más que un susto. Está exteriorizando la tensión entre el mundo de los vivos y el de los muertos, entre lo que se comprende y lo que queda fuera de la razón. Estos fenómenos, que hoy pueden explicarse como corrientes de aire, resonancias acústicas o simples ilusiones ópticas, funcionaban en el pasado como advertencias, como relatos que cohesionaban a la comunidad en torno a un mismo misterio. La experiencia de lo extraño era compartida y se convertía en narración en la taberna, en la lareira o en los trabajos comunales, reforzando los lazos vecinales y manteniendo viva la memoria de quienes ya no estaban.

En Terror Mortis, esta dimensión cultural encuentra su reflejo en el personaje de Eusebio, el secretario municipal, poco antes de su muerte. Hablando con sus vecinos en la taberna, confiesa haber sentido presencias en su casa, haber escuchado ruidos inexplicables por la noche y visto sombras en la penumbra. Sus palabras no son solo las de un hombre asustado, son el eco de una tradición que interpreta esos signos como presagios de un final cercano. En la novela, estos fenómenos se convierten en señales premonitorias que permiten al lector adentrarse en la mentalidad de la Galicia rural de finales del siglo XIX, donde lo sobrenatural y lo cotidiano se entrelazaban sin contradicción.

Analizar estos fenómenos desde esta perspectiva nos recuerda que no son simples supersticiones, sino parte de un patrimonio inmaterial que explica cómo las comunidades han convivido con la incertidumbre, el miedo y la muerte. Quizá por eso estas historias siguen fascinándome, porque, aunque vivamos rodeados de tecnología y luz eléctrica, estoy convencido de que algo en nosotros todavía está conectado a esa otra realidad y en ocasiones podemos llegar a sentirla.